Llora por tí tu jardín, que siempre insistías en llamar “mi jardín”. Llora el intruso gato blanco y negro, que merodeaba por las tardes y que tú llamabas mi gato amigo. Llora el cerro Manquehue, que veías desde la ventana de tu pieza. Llora la Plaza de Almirante Acevedo, alrededor de la cual corrías una y otra vez, como un Forest Gump de tres años. Lloran los resbalines que te vieron crecer en temeridad y por los que te lanzabas con gozo. Llora la montaña del camino de La Pirámide, destrozada por la construcción de autopistas y a la que decías “pobre montaña”. Llora tu nana, a la que llamabas “mi reina”, “mi Karencita hermosa”, piropero precoz.
Lloran las fuentes de agua, ante las que te quedabas en éxtasis mirando caer el agua, el agua que te asombró más que nada en el mundo, el agua de los ríos, el agua de las llaves de agua de la casa, que abrías sin cesar, el agua del mar, oh, tu locura por el agua, Clemente, toda el agua del mundo llora por ti, y mana en nuestras lágrimas.
Lloran por ti Whinnie the Poo y Tigret y Christopher Robbin , y todos sus amigos, porque en sus libros de aventuras te sentías en familia. Tú eras como Whinnie the Poo, tierno, goloso, amical. Llora por ti tu chupete gastado y fiel, que intentamos vanamente botar tantas veces y que ahora te espera sobre la almohada vacía. Lloran por ti las esculturas del Parque de las Esculturas de Pedro de Valdivia, donde fuimos el día antes de tu partida, a correr, a subir al olmo gigante; llora por ti la escultura del ángel sin cabeza que miraste extrañado, llora por ti la librería Ulises, donde estuvimos esa misma tarde y donde hojeaste libros sobre un sillón de cuero. Llora por ti el libro “ Willie, el oso”, que te regaló esa tarde Benjamín, el librero, y que no alcancé a leerte.
Llora la escalera de madera de nuestra casa, que bajaste todas las mañanas de tus días. Llora el espejo del baño hacia el cual te empinabas para mirarte, como si fuera extraño tu propio rostro, oh, hermoso, demasiado hermoso para durar aquí, al otro lado del reflejo. Llora la canción “Cangrejito” del grupo Zapallo, que bailaste tantas veces y querías volver a escuchar, pero que se perdió en algún rincón de nuestro bello desorden. Llorará la lluvia en invierno cuando no te encuentre debajo del panel de vidrio, mirándola gota a gota. Lloran los caballos del Club de Polo que siempre venías a espiar. Lloran los cuadros de Santos Guerra que cuelgan de nuestras murallas, y el pueblo de cuento y sus personajes a los que saludábamos como si fueran reales, el hombre del paraguas verde, tus amigos al otro lado del sueño. Llora la playa de Wailandia, donde corrimos mojándonos los pies con las olas, qué fiesta, qué gritos, qué risa. Lloran las gaviotas que pasaban por ahí, llora el restaurant Caleuche, donde fuimos a ver la puesta de sol con Angélica y Laura, llora el rayo verde que nunca se hizo ver. Llora el Estadio Santa Rosa de las Condes, donde apenas empezabas a ir a clases de fútbol, estadio que desaparecerá, como desaparece todo y todos, porque somos un duelo sin fin. Llora el Parque Forestal donde naciste, llora la calle Ismael Valdés Vergara. Lloran los taxis en los que te gustaba que te llevara en las mañanas a tu jardín. Lloran los tres cojines que tú mismo instalabas obsesivo, hasta que quedaran perfectos (y tú decías “perfecto”), adonde posabas tu cabecita llena de rulos para tomarte tu mamadera. Todo lloran, también tu piscina amada, que te vio, dichoso, nadar, ¡como llora desconsolada! Lloran las cosas que tocaste, los lugares donde anduviste, y lloramos nosotros, ya sin lágrimas.
Entonces, ¿por qué ries, por qué tu cara pura de niño muerto insiste en reir, mientras todos lloran sin consuelo? ¿Por qué ries, Clemente, amor mío, dolor nuestro?.
JUEVES 27 DE DICIEMBRE DE 2007.
*Conductor del Programa "Una belleza Nueva"
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Columna publicada hoy en Diario el Mercurio escrita con motivo de la muerte del pequeño Clemente de 3 años de edad, nieto de Santiago Pavlovic, en la piscina de su casa en vísperas de Navidad, la cual contaba con una reja de seguridad que el intrépido niño escaló y tras la cual sonrió a la muerte.
jueves, 27 de diciembre de 2007
lunes, 10 de diciembre de 2007
Mejorando la Torta
Hay un ejercicio básico que se ocupa en algunas jornadas de perfeccionamiento o charlas profesionales, donde se explica que debe resumirse al año en un día, asignando un número de horas dependiendo de cuánto se ocupe en cada área, tales como: ocio, familia, amor (pareja), descanso, trabajo, deporte, vacaciones.. y creo son esos.
El asunto es que al final formas una torta o un gráfico circular, donde vas viendo la tajada que tiene cada actividad en tu horario, en tu vida anual.
Confiezo que me costó ordenar todas las área y pensar cuaaaaaanto destino a cada una, pero finalmente cociné mi torta feliz, con más ocio del que suponía y menos trabajo del que esperaba! Claro que esto me lo enseñó un pobre individuo que destina el 50% de su vida a trabajar... versus mi 30%, y me dio rabia! me indigné!
No es posible que la mitad de nuestra vida la dediquemos a producir un sueldo de fin de mes, me parece un exceso y me quiero ir a europa, que tiene menos horas de trabajo diarias.
Pensando además que hay que dejar un tiempo para dormir, al final son unas miserables horas al día que la mayoría puede vivir la vida, que horror! No puedo conformarme con esto, será la mala distribución del ingreso que da a unos mucho dinero para estar de vacaciones el doble de ocasiones que el resto de los mortales (sino, piensen en su médico, ese que ya anda de vacaciones a fines de diciembre o en viaje de semana santa un mes antes!), y a otros que les dan sus vacaciones de a 2 días, porque si faltan más, es muuucho.
Yo entiendo la necesidad de las empresas por algunos cargos escenciales, pero no justifico la jornada laboral ni las vacaciones parcializadas a la fuerza. Mal que mal, con lo poco que producimos los Chilenos, debiéramos trabajar unas 5 horas, o a los que trabajamos más, no obligarnos a cumplir una jornada, sino que asignarnos tareas que si terminamos en 1 hora, Felicidades! nos vamos a la casa!!
Mi deseo no es permanecer en este sistema anti-familia, ni transformarme en una dueña de casa, no porque no me parezca válido, sino que creo que no es lo mío, aparte, el cargo de conciencia con mis estudios y que los cabros chicos se ponen medio idiotitos con una persona que los cuida y aguanta todo el día, si son muy frescos.
Protesto ante este sistema!
Me resisto a formar parte de ese grupo del 50% trabajo!
Si el trabajo sirve para comer, pagar, comprar pero no es la vida!
Uno no es un cargo, una obligación. Uno es lo que construye dentro, desde donde viene lo que los demás perciben, desde donde obtenemos lo mejor que podemos mostrar, incluso en el trabajo!
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